jueves, 5 de mayo de 2011

Notas de Lector sobre el cuento “La madre de Ernesto”, de Abelardo Castillo

A continuación les acerco notas de lector sobre este cuento imprescindible. Son las de Ivo, Eduardo, Daniela  y Carolina. Que las disfruten.

Notas de Ivo Carbone

“Costaba trabajo mirarlo de frente. Era como si la idea que Julio nos había metido en la cabeza -porque la idea fue de él, de Julio, y era una idea extraña, turbadora: sucia- nos hiciera sentir culpables”

Julio parece ser el líder de un grupo de jóvenes que se sienten culpables por la idea que tienen en la cabeza, idea que resulta inconfesable y a su vez atractiva (como dice unas líneas más abajo), despertando un sentimiento de atracción hacia lo prohibido.

“–¿Saben quién es la mujer que trajo el turco?
…Yo me acordaba ahora de la madre de Ernesto. Nadie habló. Se había ido hacía cuatro años, con una de esas compañías teatrales que recorren los pueblos: descocada, dijo esa vez mi abuela. Era una mujer linda. Morena y amplia: yo me acordaba. Y no debía de ser muy mayor, quién sabe si tendría cuarenta años.
      –Atorranta, ¿no?”

El lugar donde se da la historia es un pueblo, donde todos se conocen y está muy presente el “que dirán”.
La mujer resulta ser una descocada por irse con una de esas compañías teatrales, una atorranta.
“–Culpables de qué, che. Al fin de cuentas es una mujer de la vida, y hace tres meses que está en el Alabama. Y si esperamos que el turco traiga otra, nos vamos a morir de viejos.”

Hay varias cosas interesantes en esta parte del cuento, se nota como los jóvenes se sienten culpables por desear a la madre de un amigo, a su vez tratan de justificar sus sentimientos cosificando a la mujer y demostrando algo de desesperación por lo que puede ser su inicio sexual.

“–
La madre. ¿A qué llamás madre vos?: una chancha también pare chanchitos.
      –Y se los come.
      –Claro que se los come. ¿Y entonces?
      –Y eso qué tiene que ver. Ernesto se crió con nosotros.”

Acá sobresale la figura del amigo, su madre pasaría a ser intocable, ¿Intocable?

“Hoy creo –quién sabe– que, de haberse tratado de una mujer cualquiera, acaso ni habríamos pensado seriamente en ir…en secreto, ayudábamos a Julio para que nos convenciera; porque lo equívoco, lo inconfesable, lo monstruosamente atractivo de todo eso, era, tal vez, que se trataba de la madre de uno de nosotros.”

Cada vez más entusiasmo por llegar a lo prohibido, aquellos que “no quieren” acceder a lo que no está permitido se dejan convencer para llegar a lo “monstruosamente atractivo”

 “–A lo mejor se echó atrás… Sin embargo fue una especie de plegaria: a lo mejor se echó atrás.”

Definitivamente son jóvenes que esperan por su líder para llegar a aquello a lo que nunca han accedido.

“–Por lo general, todas éstas tienen hijos. Madre de alguno iba a ser.”

El prejuicio está a la orden del día, quizás para justificar su propia acción y no sentirse culpables.

“Lo peor era que ella nos conocía a nosotros, y que nos iba a mirar.”

Detrás de la masculinidad sale continuamente el niño que todavía son (o están dejando de ser), este detalle se presenta continuamente en el texto, por ejemplo a la hora de tomar alcohol para desinhibirse o cuando les da temor saber que iban a estar solos delante de la mujer.

“El deshabillé entreabierto y la tarde de aquel verano, antes, cuando todavía era la madre de Ernesto y el vestido se le separó del cuerpo y nos decía si queríamos quedarnos a tomar la leche.”

Vemos como continúa el proceso de despersonalización, la mujer ya había dejado de ser la madre de Ernesto para ser una “mujer de la vida”, una prostituta.

“Después pareció haber entendido oscuramente algo, y nos miró con miedo, desgarrada, interrogante. Entonces lo dijo. Dijo si le había pasado algo a él, a Ernesto.
      Cerrándose el deshabillé lo dijo.”

La mujer que había dejado de serlo, vuelve a su lugar en la historia, aquel que nunca dejó por más de que se la tratase como una cosa, ya que cuando reconoce a los chicos en lo primero que piensa es en su hijo dejando sin palabras a los jóvenes que a su vez dejaron su lugar de “machos” o de “clientes” para volver a ser los niños que son amigos de Ernesto (su hijo), aquellos a los que la mujer cuidaba y le ofrecía un vaso de leche para la merienda.

En resumen, para poner un poco de orden a mis notas del lector, en este texto rescato muchas cosas interesantes que van más allá de la historia: en primer lugar se ve como los prejuicios están a la orden del día, pero a su vez se demuestra como muchos de estos (prejuicios) que están presentes en este pueblo pequeño también los tenemos los habitantes de las grandes ciudades, donde también podemos ver como las mujeres son cosificadas especialmente por el sentimiento de masculinidad que surge en muchos sectores de la sociedad. Además es interesante ver el sentimiento de omnipotencia que tienen los jóvenes (especialmente Julio) que se ve entremezclado con sentimientos propios de un niño, algo que le puede suceder a cualquier adolescente.
En conclusión se puede decir que Castillo va desnudando muchas de las miserias que tiene nuestra sociedad, pero a fin de cuentas todo vuelve a su lugar, la madre vuelve al lugar que nunca debió haber abandonado (y de hecho nunca lo hizo) mientras que los jóvenes terminan siendo aquellos niños inocentes amigos de su hijo (de hecho en distintos pasajes de la historia vemos que no han dejado de serlo).



Notas de Eduardo Marclay


Para entender el cuento de Abelardo Castillo tuve que leerlo varias veces, y lo particular fue que cada vez le encontraba algo diferente. En primera instancia, entendí, que se traba de un conjunto de amigos, que hacía tiempo no se veían y se reencontraron. Esta comunión, fue casi fortuita y nada había quedado de ella. Los unía un prejuicio sobre una mujer en particular, una madre de uno de ellos, que nunca aparece.
Luego, que esa reunión no tuvo nada de azarosa, sino más bien todo lo contrario y con un fin. Darles un vuelco a su relación, como amigos, como adolescentes. El inicio sexual, ese debut que tanto miedo da, tantas incertidumbres como posibilidades. Para ello, se contó con la colaboración de un padre que le cedió el auto a su hijo, mientras que él le robó una botella de coñac para “achicar” el margen de “error” a este primer paso en su sexualidad floreciente. El lugar estaba pactado, una vieja estación de servicio, que de noche funcionaba como club nocturno, próximo a la ruta, próximo al pueblo. Había una sola mujer, una rubiecita, con sonrisa más que peculiar. Pero, había una mujer dando vueltas en sus inconscientes, que era prohibida, era la madre de uno de ellos, no en particular de los que iban a concurrir al club, sino a un amigo que estaba en el campo, estaba de vacaciones con su padre, estaba omnipresente todo el tiempo. Ella, una mujer morena, de curvas pronunciadas, tenían pocos recuerdos comunes salvo uno: cuándo se le desprendió el vestido del cuerpo, aquel verano lejano, que los había marcado a fuego.
Finalmente, al leerlo por tercera vez entendí: la mujer, única que trabajaba en el club nocturno que iba a ser testigo de su debut sexual, era la madre de Ernesto, esa mujer “exótica”, que fumaba, que dejó a su familia por irse con una compañía de teatro. Ya no era más morena, era rubia y con una sonrisa cómplice, todos sabían quién era ella, quién eran ellos. Alguno más convencido que otro, fueron enfrentando ese primer momento sexual, que finalmente no se sabe si ocurrió. Se sabe, que ella preguntó por su hijo, por si le había pasado algo, mostrando o tapando eso que todo querían ver, pero tenían presente la carga de prejuicio, la carga de morbosidad, la carga de Edipo suficiente que da la sensación de que fue oculto, fue prohibido, fue tapado, fue negado. Todos querían, nadie pudo (¿?). Y qué entonces de Ernesto, nunca apareció en persona, era el mismísimo ser que daba la sensación que estaba, que miraba y participaba de algo que estaba mal, que no tenía que pasar. Al fin y al cabo, era una mujer de la vida, o la madre de todos, de ninguno.

Notas de Carolina Ferrando y Daniela Florentin

Empezamos a leer el cuento (luego hubo una relectura del mismo), a meternos de lleno en él, comprender la trama del cuento y a medida que avanzábamos con nuestra lectura, nos deteníamos en algunas oraciones y párrafos que nos llamaban la atención, nos llevaban hacia alguna reflexión, pregunta, o que simplemente remarcábamos por ser, por ejemplo una frase que nos haya gustado.
Lo que hicimos, fueron anotaciones alrededor del texto y en nuestros cuadernos.
 Las notas que hemos señalado refieren a  la descripción que hacen los amigos de Ernesto sobre su madre, pues la deshumanizan. Dado que la asocian a una prostituta y que además abandonó a su hijo por irse con una compañía teatral. Lo que anotamos y resaltamos en estos párrafos fueron frases como: Pero es la madre. —La madre. ¿A qué llamas madre vos?: una chancha también pare chanchitos. —Y se los come. Y otra como: Atorranta, ¿no? Pues nos parecieron agresivas y que adquieren un sentido de crudeza y de preguntarnos: ¿las prostitutas no son o pueden ser madres y mujeres a la vez?
Otro tema tratado en el cuento que hemos notado y remarcado por llamarnos la atención tiene que ver con el concepto de “morbo” que se trata, dado que en nuestra sociedad lo que está prohibido es porque alguien lo hizo antes o simplemente gusta. Pues, se narra cómo los amigos de Ernesto tienen intenciones sexuales con su madre. Aquí anotamos y se nos vino a la cabeza el concepto de “Edipo” que ha estudiado Freud.
Notamos una contradicción, dado que por un lado existe un gran respeto hacia Ernesto ya que mencionan que lo conocen desde siempre, pero por el otro, les atrae su mamá.
Al final del relato tuvimos una especie de desilusión, no esperábamos que su madre se fuera a “humanizar” con su hijo, cuando le pregunto a los amigos si él estaba bien y sobre todo porque tuvimos el morbo que iban a mantener relaciones sexuales con ella, cosa que no ocurrió. Y eso lo detallamos como nota en el último párrafo del cuento.

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