martes, 19 de abril de 2011

Entrevistas - Diego Capusotto

SEMINARIO Y TALLER DE ESCRITURA
Escritura/oralidad
La Entrevista – Diego CAPUSOTTO

Clase del 12 de abril de 2011

Primera parte de la entrevista en Mañana vemos (Canal 7 – 2009):
Segunda parte de la entrevista:

Otra entrevista a Capusotto en Tiene la palabra, por TN (2007)

Otra más, en Cuatro Sillas, programa de Luis Majul por Canal A (2008)
1º parte:
2º parte:
3º parte:
4º parte:
5ª parte:
6ª y última parte:

Consigna:
Desgrabar y tipear los dos primeros minutos de cada entrevista  o parte de la misma cuyo link esté señalado con X; contextualizarlos, de tal modo que quien no las hubiera visto entendiera de qué se tratan. Puede agregarse previamente, en medio o posteriormente los comentarios que se consideren pertinentes, así como las referencias paralingüísticas que resultaran necesarias.

Pensar previamente a qué público se dirigiría esta entrevista editada (en qué medio gráfico aparecería: en una revista, ¿cuál?; en un periódico, ¿cuál?; en un libro, ¿cuál?, en otro soporte gráfico, ¿cuál?).

¡Traerla impresa a clase!

¡Bienvenidos al Seminario y Taller de Escritura!

A modo de "repaso", les cuento...
- En la primera clase comenzamos leyendo una serie de artículos reunidos bajo el título "Como escriben los que escriben", publicado por ADN Cultura, el suplemento de La Nación (disponible en: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1274119).
Revisamos allí qué representaciones acerca de la escritura presentan tanto la revista como cada uno de los escritores entrevistados, todos ellos del ámbito de la literatura.
La primera propuesta de escritura fue, en no más de una carilla: 
Explicar qué representaciones sobre la escritura podemos pensar a partir de los textos leídos en clase y el diálogo compartido.
Esto lo trajeron a la segunda clase, leyeron algunos y los comentamos.
Para la próxima clase:
Escribir un protocolo de escritura del texto producido. En este caso será un "protocolo de recuerdo".
¿Qué es un protocolo de escritura?: Es un texto que se produce a posteriori de una tarea para registrar los pasos que se han seguido durante la misma. Permite identificar fortalezas y debilidades en el proceso. Según Gloria Pampillo, "el protocolo es un escrito de tipo metacognitivo posterior al escrito, cuyo objetivo es reconstruir narrativamente las operaciones que se realizaron para efectuar una tarea"; "registra la actividad de escritura de un sujeto realizada por el mismo sujeto”.
Es un texto, en este caso, en primera persona, contando en qué se pensó inicialmente, qué "vueltas" se dieron, cómo se inició la escritura, de qué materiales se echó mano, qué dudas surgieron, si se dejó o no "reposar" el texto, etc., etc. Es un hablar en voz alta consigo mismo para identificar los pasos dados.
Ejemplo de fragmento de protocolo (ojo, es solo un ejemplo, puede tomar mil formas diferentes!! y detenerse en minucias que luego no son tales...):
 
Frente a la consigna que me planteaba escribir un ensayo sobre las historias de vida recogidas, se abrieron muchos interrogantes en mi mente: ¿qué era un ensayo? ¿qué hipótesis plantearía? ¿cómo relacionaría la teoría con esa historia que me habían contado?, pero ante todo me pregunté ¿cómo lo escribiría?. La respuesta a estos interrogantes la hallé leyendo a Kovadloff: el ensayo es la franca opinión de alguien sobre algo, y debe ser envolvente y persuasivo. Desde este punto fue como comencé a ‘ensayar’. 
Nos vemos!

Paradigma indiciario - Textos de los alumnos

Aplausos a “Belgrano”
 Walter Sogos
Parece que el tipo se muere, nomás. Y digo parece porque, convengamos que, para creerle a Rago una agonía hay que aportar al menos cierta dosis de buena voluntad. Parece porque el director genera el clima y la escena: el tipo lejos de sus mujeres, lejos de sus hijos, lejos de sus hombres. El médico y amigo lo llora a los pies de la cama; acercándole un paquete que adivino, como seguramente otros lo estarán haciendo, lleva dentro la bandera izada a orillas del Paraná. (¿es un paquete o es la propia bandera cuidadosamente doblada? No logro determinarlo).
Una transición nos transporta a un pasado cercano en el que el tipo se ve soberbio y altivo (en el sentido positivo de las palabras). El amigo está igual. En el fondo de la escena se ve un río que adivino, y si acierto esta doy por descontada la primera adivinación, es el Paraná. Luego el lecho de muerte. Otra vez el Paraná. Más del presente. Más del pasado, y así...
El drama del tipo y la gloria del prócer se comienzan a confundir en la tela. El decrépito cuerpo, el izamiento de la insignia patria. Se atisba un aplauso, pero al no encontrar eco se apaga. Un segundo corre con la misma suerte. Pero el tercero es un aplauso pleno que se esparce por todo el gimnasio que hace las veces de sala. La película aún corre.
No soy tan viejo ni tan pacato, pero hay cosas que eran de un modo y ya no son, y no logro entender el porqué. Una de ellas es el aplauso al final de las películas. Evidentemente no se trata sólo de un reconocimiento a sus creadores ausentes sino además una suerte de convención con el entorno: me gustó. No me gusta el aplauso al final de las películas. Sin embargo, esta vez aplaudo. Y aplaudo porque siento que no es el aplauso del final de las películas. Aplaudo porque me embarga la misma sensación que me llenó en los festejos del bicentenario en la 9 de Julio, y en Plaza de Mayo el 10 de diciembre pasado: aplauso de celebración y compromiso.
La película carretea unos minutos más y concluye. Aplausos. Disculpen pero en estos no me anoto...




Texto de Daniela Florentin
“Si la realidad es impenetrable, existen zonas privilegiadas (pruebas, indicios) que permiten descifrarla”. Carlo Ginzburg

Era un viernes muy frío y se hacía notar.
Llegué justo a tiempo con una compañera,  estábamos cargadas de mate y galletitas. Había un señor que estaba en la entrada del gimnasio encargado de dar la bienvenida y se ocupaba además, de ubicar a las personas. Con él, también estaban  unos niños que entregaban volantes.
Al entrar al gimnasio de la Universidad, espacio en que se dio cita para la proyección, me sorprendí mucho cuando observé el lugar repleto de gente, lleno de sillas blancas y todos sentados, esperando expectantes el inicio de la película. Quizás serían entre 200 y 300 personas, no lo sé bien.
Lo que verdaderamente no dejaba de sorprenderme, era la cantidad de público presente, jamás imaginé que tanto, además de pensar que la mayoría de los espectadores eran personas relacionadas con el ámbito de la facultad, pero me llevé una sorpresa al darme cuenta que no. Pues si bien, no me ocupé de hacer una encuesta para saber de donde provenía la gente, me pude dar cuenta que eran muchos vecinos de la Unqui o personas que provenían de otros lados. Había mucha gente adulta, en su mayoría entre los 40 y 60 años y demasiados niños, creía también que quizás provenían de colegios, dado que se visualizaban muchos grupos de estas características.
Sentada ya en mi silla, observaba como la gente guardaba silencio, se escuchaban muy pocas voces, solo la de los bebés llorando. Esto demostraba el grado de respeto que habitaba en aquel espacio.
Llegó el momento del Himno Nacional Argentino, todos se pararon inmediatamente al escuchar los primeros acordes que hizo Fito Paez (claro que no en vivo y en directo, sino que a través de la pantalla). Las personas cantaban con gran entusiasmo y fuerte entonación. En la frase: “OH JUREMOS CON GLORIA MORIR”, advertía en un sector como un hombres alentaban con sus manos hacia arriba, como si fuera un partido de fútbol, pues se vivía así este momento, como una fiesta, en el que el nacionalismo o patriotismo sale de las entrañas, es sangre caliente que recorre el cuerpo, orgullo puro.
De la misma forma se vivió la película, con mucha concentración, silencio absoluto, salvo en pasajes de la trama en que había momentos graciosos o irónicos, entonces la gente se reía a viva voz.
No había algún gesto en particular, ni un rostro que fuera distinto al otro, dado que todos,  sin diferenciar género sexual, edad, condición social, etc, miraban la película de la misma forma, sentados, concentrados, sin mover una pestaña siquiera… pero sobre todo me quedo con éste concepto que utilicé: concentrados.
Llegado el fin de la película, momento en que Belgrano iza la bandera nacional se produce otra vez un estruendoso aplauso que pareciera interminable. La cinta terminó de rodar y la gente se levantaba de sus asientos y de forma tranquila marchaban hacia la salida, no solo del gimnasio, sino de la Universidad que los acogió amablemente por 2 horas.
Estas huellas, pistas, vestigios o como quieran llamarse son detalles que noté y percibí no en características más evidentes, sino atendiendo a particulares que quizás muchas personas no se fijan, pues los detalles menos trascendentes o imperceptibles  también nos dicen cosas.
Como sostiene Freud (citado en “Indicios”): “Las interpretaciones secundarias, menos relevantes proporcionan la clave para tener acceso a las más elevadas realizaciones del espíritu humano”.
Quizás para eso estamos los comunicadores, para ver cosas que otros no ven, pero vale la aclaración: tales indicios no pertenecen a un conocimiento superior, sino a una práctica del sentido común. 


Texto de Sabrina Kranjac


¿Por qué el sentimiento de patriotismo se despierta únicamente en determinados momentos? La mayor parte del tiempo, lo que se escucha tanto en el bondi, como en la vereda o en la casa del vecino, son frases que comienzan con “este país”. “Este”, cuando en realidad es “nuestro”. La gente se aparta, se separa, se distancia del lugar en el que vive y no lo valora como propio, cuando en realidad eso es lo que es. Recordamos que somos argentinos sólo durante algunos festejos, algún mundial de futbol, o la proyección de alguna película, como la de Belgrano en este caso, y nos emancipamos de la idea el resto del año.
Los aplausos, las sonrisas, el himno entonado al tope de la voz, son aspectos que genuinamente me sorprendieron el pasado viernes cuando, en el gimnasio de la universidad se congregó un enorme número de niños, adolescentes, adultos y ancianos para  presenciar el filme apoyado por el Ministerio de Educación.
Desde mi silla al fondo del salón, pude observar como, a partir del primer “¡Viva la Patria!” que se escuchó en la película, la actitud de la audiencia cambió. Y esa actitud fue cambiando hasta el punto de mostrarse eufórica cuando, al fin, se izó la bandera.
Fue una sorpresa, sí, pero ahora que lo pienso no fue una agradable. El sentimiento de unión y de identificación con el celeste y blanco no debería asombrarme, sino que debería resultar totalmente esperable.
Creo firmemente que esa sensación plasmada en cada una de las expresiones de los espectadores el pasado viernes, debe ser la que nos acompañe en todo momento. No debemos olvidar que ese celeste y blanco que tanto aplaudimos, somos todos, todos los días, todos los años.
¡Viva la Patria! Sí, pero que viva siempre. 

lunes, 18 de abril de 2011

Paradigma indiciario

Ahora sí... ¡largamos con el blog! 
Clase del viernes 15 de abril de 2011

La escritura como saber indiciario
Como en otros momentos, nos proponemos ver, leer, reflexionar, para escribir. La premisa de la que partiremos es que lo pequeño habla de lo grande, el detalle de la totalidad, o “el microcosmos cifra el macrocosmos”, según ciertas doctrinas antiguas…
La producción de una película financiada por el estado argentino -"Belgrano, la película"-, y cuya proyección está siendo llevada a los lugares más recónditos del país para organizar, alrededor de este hecho cultural, una fiesta popular, parece una oportunidad indiscutible de mirada de lo privado en lo público, de los sentimientos personales en la masividad de los festejos; este viernes, de hecho, se proyectará en la UNQ, con entrada libre y gratuita. Por ello, es una buena ocasión para la escritura: poder revisar de qué manera las cuestiones de la subjetividad aparecen en "la cosa pública" (res publica, en correcto latín), y son posibles de detectar en el detalle, en lo mínimo, en el gesto. Les recomiendo leer el texto "Señales: raíces de un paradigma indiciario" de Carlo Ginzburg, que tal vez conozcan por otras materias, y que les envío como código 6802 del Centro de Copiado. Allí, centralmente, me parece interesante el rescate de una mirada sobre lo relevante a partir de lo irrelevante, de los indicios que permiten enfocar el todo. Este modelo indiciario aparece en el siglo XIX como paradigma epistemológico, y lo recogen escritores como Arthur Conan Doyle para su personaje Sherlock Holmes, o nada menos que el padre de la Psicología, Sigmund Freud, quien permite reconocer en el síntoma o el detalle, la significación profunda y oculta en el inconsciente.
En esta ocasión, les pido que traslademos la clase del viernes 15 al lugar de proyección de la película; allí, además de participar de su proyección, estaremos atentos a lo que no estará en primer plano ni a la vista de todos, a los detalles, a los indicios: quiénes participan de la proyección (¿todos son de la UNQ? ¿quiénes de la UNQ: alumnos, docentes, personal administrativo o de servicios?¿hay gente de los barrios circundantes? ¿hay políticos, cineastas, obreros….? ¿hay niños?); qué espacios son ocupados para su proyección (lugar cerrado, abierto; en sillas, en el pasto, en el suelo… quién en qué lugar); qué elementos circulan (mate, comida, cigarrillos, cámaras…); qué vemos en los rostros de la gente, qué se expresa durante la proyección… y mil etcéteras que se les irán ocurriendo a ustedes.
No  nos ocuparemos de escribir sobre la película, sino sobre el evento (¿la fieta?) que supone su proyección.

Bien: ahora, cuestiones sobre la propuesta de escritura.
-          Muchas veces proponemos el aprendizaje de la práctica escritora a partir de la investigación, el relevamiento de datos, la consulta de fuentes, la documentación, la lectura, etc. Pero no es el único modo de escribir. También se escribe –digo, en la práctica ensayística, en la periodística, seguramente no tanto en el ámbito académico- desde la pasión, desde la subjetividad, desde el involucramiento personal, desde la sangre caliente, desde la reflexión sin distancia... Y eso también requiere un ejercicio para poder decir lo mejor posible lo que uno quiere decir, atravesado por las circunstancias del momento. Para ello, un buen recurso es relevar los detalles del evento que queremos contar. Al modo en que Ginzburg describe el modelo indiciario, comenzar por tomar en cuenta lo secundario, lo que un “estudioso” descartaría, para poder figurar qué está pasando allí.
-          La propuesta, entonces, es la siguiente: escribir un relato de lo visto/vivido durante la proyección centrándose en algún detalle, en algún gesto, en algún dato secundario e irrelevante, que les dé la pauta del significado del evento. Incluyan, fuertemente, descripción. En esto, pueden ser todo lo subjetivos que quieran, será una escritura ensayística.  Contar, entonces, “qué pasó”, a partir de uno o más detalles aparentemente intrascendentes, que les resulten interesantes o significativos. No hay extensión sugerida para este trabajo, confío en que tengan cosas para decir.